con la mirada puesta en el camino,
con el pensamiento en el olvido,
con el corazón lleno de frio.
No te encontré al pie de la calle
o bajo el dintel de tu puerta
y no supe que debía conocerte.
Aseguras que es el misterioso destino,
dueño eterno de las casualidades;
quién en un lugar más común y remoto
nos puso este punto de encuentro.
No importa la causa, talvés sí el motivo.
A ambos nos cobijó el mismo pueblo,
y nos presentó el mismo gran amigo.
Falta madurar nuestra amistad.
Esperemos darnos el tiempo
y que el tiempo dé oportunidad.
A mi amiga y paisana Marielita
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