11 enero 2012

Extraños invitados en fiesta equivocada


Llegó puntual a mi casa, vestida para la ocasión y con su encantadora sonrisa. Parecía impaciente por irnos y ver a Eva con esa barriguita en la que alberga temporalmente a su adorable chiquitín.

Lamentablemente - me disculpo por eso - aún no estaba del todo listo, por lo que mi amiga Marielita tuvo que esperarme unos minutos en mi oficina. Desde luego no tarde mucho.

Marielita llevaba un pequeño regalo que se perdía en una enorme bolsa, la cual llevamos todo el camino hacia el lugar donde nos aguardaba una gran fiesta. Yo como guía y compañero debía dirigirla hasta la calle Pablo Picasso N° 457, en la Urb. El Bosque. Sin embargo, a pesar de ser un habitante de la zona, desconocía donde encontrar esa calle. Así que caminamos en busca de ella de acuerdo a algunas referencias que saque previamente a Google Maps.

Después de caminar unas cuadras, yo confiaba en que habíamos encontrado a Picasso, y ella en que yo estaba en lo correcto, pues como ella no conocía nada de ese lugar, depositó su confianza en que la estaba llevando al sitio indicado en la invitación.

Avanzamos unos contados pasos y escuchamos un equipo de sonido que retumbaba con canciones de niños y le dije:
Amiga, creo que llegamos.

Ella respondió como avisada por su instinto: ¿Estás seguro?, ¿Aquí es?

Creo que si... pasemos a ver, le respondí.

En ese momento ella sostenía su enorme bolsa con el regalo y se paró frente a la puerta, yo la seguí y vimos a un payaso animando la fiesta, mientras tenía sentados a una pareja de futuros padres en medio de la pista de baile rodeada por sus invitados.

Diablos - me dije - creo que llegamos un poco tarde.

Mariela intentó reconocer a Eva y algunos de los invitados, pero el maldito payaso fue el primero en ver nuestra presencia y, desde luego, hacernos partícipe de sus payasadas...

¡Llegaron los tardones!!!, dijo el chistosito.

Esto ocasionó que todos voltearan a vernos llenos de curiosidad y el payaso preguntó a la dueña de casa y de la fiesta sobre nosotros. A lo cual ella totalmente extrañada y sorprendida respondió:

No sé, yo no los he invitado.

Esa frase fue suficiente para generar una risa total de los asistentes y la vergüenza de nosotros, que aguardábamos en la puerta descubriendo que estábamos en la FIESTA EQUIVOCADA. Retomamos la calle y caminamos riéndonos de lo que nos había pasado.

Para rematar la anecdótica noche, descubrimos que la calle no era Picasso. Dimos vueltas y vueltas preguntando a algunas personas que paseaban por ahí, pero no pudimos dar con la dichosa calle. No quedó más remedio que llamar a Evita, quién tras unas breves indicaciones nos dijo como llegar, y vaya sorpresa, estabamos a solo tres cuadras de ahí. Como para jalarse de los pelos.

En fin llegamos hasta el local de la fiesta indicada, en la que también pasó algo anecdótico, pero es motivo de otra historia que intentaré animarme a contar.