18 febrero 2010

A escondidas

El 14 de febrero no es un día como todos. Hubo en un inicio planes que al final no se concretaron, por lo que el día terminó como cualquier otro - vaya novedad - de los que acostumbro pasar. Aunque para muchos la cosa fue diferente.

Al caer la noche recibí una llamada inesperada, era mi amiga Liz, quién me deseaba un feliz dia de la amistad y me propuso una reunión al siguiente día con algunos amigos y disfrutemos de un paseo. Le dije que estaba de acuerdo y que le comentaría a mi amigo "Fer".

Al llegar la mañana del 15, Liz, "Fer" y yo nos encontramos por internet y quedamos en visitar un conocido centro comercial y comer algo. La hora pactada era las 6 y 30 de la tarde. Mi amigo Fer debía llegar a mi casa mucho antes para luego recoger a Liz y una amiga suya. Horas más tarde Fer me dijo que se le presentó un problema estético demasiado visible y que no podía acompañarnos.

En fin, la cita estaba pactada y no podía dar marcha atrás. Como muy poco suele suceder, llegué un poquito tarde - media hora de retraso - al lugar donde debía recoger a las preciosas señoritas; desde luego, avisé que iba retrasado. Una vez en el lugar, previas disculpas por la demora, Liz me presentó a su amiga Diana y los tres fuimos hasta el centro comercial donde caminamos un buen rato en amena charla.

Tras debatir que haríamos, decidimos comprar unas bebidas y comer algo. Ese pollito a la brasa me decepcionó, pero el hambre pudo más; sin embargo la cervecita helada estaba genial, aunque claro un vino hubiera caído de maravilla.

Entre tanta charla pude recordar que conocía de vista a Diana, pues ella conocía a mi amigo Gerardo, quien tiene unas cabinas de internet. En fin, pasadas las horas un amigo mío nos recogió del centro comercial para llevar a cada una de ellas hasta su casa, primero dejamos a Diana, sana y salva.

Luego emrumbamos hasta la casa de Liz, con quien competía el asiento posterior del taxi. Yo tenia presente que había solicitado permiso para esta salida hasta las nueve de la noche y que ya eran cerca de las once, pero ella me dijo que en realidad no había dicho nada y que había apagado el celular para que no la ubiquen.

Eso me sorprendió y en mi mente ya prepara las disculpas para cuando la deje en la puerta de su casa. Pero detrás de esos lindos ojos, ella ya tenía preparada su cuartada. En eso, a una cuadra de su casa ella divisó la presencia de una señora que caminaba a paso firme por su cuadra, entonces ella, cual traviesa niña, se agachó para esconderse y me decía: "Es mi mamá, ojalá que no me haya visto....avísame cuando se vaya".

Yo cual sorprendido jovencito solo esperaba que dicha señora se perdiera al final de la esquina y me sentí cual conocido trágico personaje novelesco de Shakespeare. Ya ausente el peligro, Liz se despidió y bajó del taxi, yo había perdido la valentía de ir a dejarla hasta la puerta de su casa.

Mientras el taxi daba vuelta, la misma señora que habíamos visto se cruzó con Liz y no se dirigieron palabra alguna. Al otro día, ella me contó que aquella señora no había sido su mamá, sino una vecina de su barrio. ¡Las cosas que pasa uno!

04 febrero 2010

Vivo recuerdo


Recuerda bien amiga mía,
a quienes heriste en tu partida.
Recuerdanos en ese nuevo mundo
de sueños y vidas eternas

Recuerdanos,
durante el sabio regaño de Dios,
y el dulce consuelo de María.

Recuerdanos,
mientras lloramos y buscamos la razón
para haberte disfrazado de La Muerte.

Recuerda a los que aún respiran,
aquellos a quienes has negado
compartir muchas cosas contigo.

Recuerdanos,
porque aquí sólo se vive de tu recuerdo.

Con la más profunda nostalgia, a mi amiga Cristell Q.E.P.D.