calienten esas manos
con su resuello tibio
y empujen su cansancio
hasta la puerta de la casa.
Vamos, ya llegamos!
casi veo la tuerta cara
de la vieja casa.
Llegamos, ha terminado
la procesión del soroche
y el tiritar pausado
bajo la helada noche.
Calentar las manos, hermanos
y cobijemos en nuestra madre
los broches rosas de la cara.
Abrigad con el amor inmenso
que sobre la estufa hierve,
para mojar los panes tiesos
que aborta el horno frío.
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